lunes, 30 de junio de 2008

Un café





















Baje del tren dando codazos a mansalva. Necesitaba desesperadamente aire fresco.

Antes de volver a casa, debía poder serenar el baile desenfrenado de pensamientos que hasta hacían doler el cuerpo.

Entré en el bar de la estación. Era un lugar en que los años se contaban por las paredes descascaradas, de pobreza limpia.

Me senté en una mesa al lado de la ventana. Pedí un café. Escuché algunas risas de varios parroquianos que estaban en la barra tomando vinos baratos.

La taza era un reflejo de las arrugas de tela de arañas del dueño.

Cuando bebí el café de un sorbo, estaba helado.

Deje un billete que ampliamente pagaba el refugio otorgado, donde dejé a mis demonios.

Estaba listo para irme, empujado por la vetusta melancolía.



(Cuadro Antonio Berni)

domingo, 15 de junio de 2008

Cuasimodo
















Los sábados de silencios interminables le dejaba un sabor a soledad que ni el mejor vino se lo quitaba. Pero le regalaba un dormir prolongado como para no darse cuenta que el domingo le mordía los talones.

Como un ritual religioso semanal, caminaba hasta el río. Perseguía al sol que se iba a esconder a su guarida.

Miraba el agua marrón moviéndose con libertad ajena. Se reía pensando en lo afortunado de narciso.

Hasta que no encontraba una justificación de porque no seria hoy otra vez, seguía ahí. Daba igual que sea pagar la cuenta de la luz, entregar un trabajo urgente en la oficina, entregar la película al videoclub.

Después volvía a casa empujado por las estrellas que empezaban a bostezar.

martes, 3 de junio de 2008

Madrugada















Son más de las cuatro de la mañana. Desde hace un rato, me carcome el aburrimiento.

Salí al balcón a fumar otro cigarrillo.

Aire fresco.

Pocas luces en los edificios monocromáticos.

Silencio aterrador.

El semáforo de la otra cuadra, guiña en color amarillo permanente.

El motor de un auto se encapricho en no arrancar. Alguien no podrá volver a casa.

Un pibe pasa dibujando zetas en las veredas. Marioneta etílica destilando alguna melancolía.

Agua cae distraída y descuidadas en una terraza.

Empiezan a amontonarse desordenadas nubes grises, tapando las estrellas.

El cielo escupe algunos relámpagos al este de la ciudad.

La monotonía empieza a masticarme los dedos de los pies.