martes, 20 de enero de 2009

El colectivero
















-“Espere, espere abuela que la dejo en la puerta”- le dijo a la señora con huesos chirriantes de vejez y estacionó el colectivo al lado del cordón de la puerta de entrada al hospital.

La señora se acomodó las caderas para que dar los pasos abajo del colectivo. Antes de irse, le dijo al chofer:

-“Gracias nene. Acordate que el 13 es mi cumpleaños”.

-“Cuidame a mi nieto” dijo el señor desde abajo, mientras el nene se acomoda al lado del chofer, para luego tener su charla habitual de fotolog, emoticones de menssager, entre otras cosas. En la parada en la que está el inspector y ambos montan un complot de chistes por el equipo de fútbol en desventaja del contrincante.

-Una señora lleva a su hija al colegio, se cuentan las novedades cotidianas de las familias, charlan sobre un cd de música que él le paso el otro día. No hay interés sexual. Se nota ese color de conversación de vecinos.

No es un cuento, ni una historia fantástica. Estas son algunas de las cosas que vi y oí hacer a un chofer de colectivos de la línea 44. Era un placer verlo como disfrutaba de su trabajo, lo cortés, educado y amable que era con la gente, cosa poca habitual en los tiempos que corren.

Debo confesar que a veces hasta celé no tener esa capacidad de gozar de lo de todos los días.

No lo volví a ver.

A veces me pregunto si hombre era real.


(Aclaración: obviamente que la imagen que engalana no es de un colectivo de estos tiempos, es de aquellos tiempos, con fileteado como buen porteño. Y va esta imagen, porque me encantó!)